lunes, 23 de junio de 2008

¿CUMPLE LA UNIVERSIDAD UNA REALIDAD SOCIAL?

Luis Pérez Aguado


Con cierta frecuencia nos llegan estudios relacionados con nuestras universidades y el paro de licenciados e informes y artículos de prensa sobre los científicos canarios altamente preparados, doctores y tecnólogos, cuyo futuro depende de las subvenciones. Son parte del capital humano mejor cualificado de Canarias, pero con dificultades para acceder al mercado de trabajo.

Esto nos da pie para pensar que nuestras universidades siguen siendo estrictamente educativas, y que, probablemente, no cumplan una función social ya que están alejadas de las necesidades reales del país.

Es el eterno abismo entre los medios proyectados y de los que, en realidad, se disponen. Los estudiantes piensan que la enseñanza superior es un fracaso porque no habilita adecuadamente a ejercer una función, ni a veces la sociedad da opción a que sea ejercida como es debido. Quizás sea por el eterno conservadurismo y la mediocridad de la actual sociedad, desconfiando de todo aquello que no suponga un beneficio inmediato, pero si a largo plazo.

Un joven graduado que sale a la conquista del mundo descubre, casi siempre, que no hay vacantes esperándole. La creación de puestos nuevos no sigue un ritmo de aumento parecido al de los aspirantes y aunque se acoge con entusiasmo la idea de emplear a los jóvenes, éstos siguen integrados en el porcentaje más alto de desocupados.

Por otro lado, encontramos a un conjunto no despreciable de científicos, de universitarios, que desde hace años estamos exportando al exterior. Mejor dicho, no enviamos sino que se trata de una auto exportación, de una expatriación voluntaria de multitud de jóvenes que, con una preparación y unos afanes de saber, buscan su integración en distantes puntos de la geografía mundial. Especialmente, América del Sur y América del Norte se han estado beneficiando de este “envío” de nuestra juventud científica.

El problema que ofrece esta juventud expatriada es importante. Estos intelectuales se marchan al extranjero por personal necesidad: por falta de puestos de colocación en que realizar sus naturales actividades; porque aquí carecen de ambiente y medios donde desarrollar su obra; porque aquí los medios económicos que se les ofrecen son muy bajos, son los de un modesto trabajador manual, que no les permiten ni una vida digna ni medios donde poder desarrollar una obra científica y cultural seria. Los medios que aquí disponen son muy limitados e insuficientes.

El verdadero problema consiste, por consiguiente, en saber establecer una relación entre las aspiraciones y las verdaderas posibilidades que tienen, así como también entre esas aspiraciones y los intereses de la sociedad. La brecha abierta entre ambas cosas es, como cualquiera puede imaginar, causa de muchos descontentos. Para ello será preciso acabar con el divorcio que existe entre la universidad, el mundo empresarial y la misma Administración. Pero mientras tanto, el estudiante seguirá privado de la ilusión del futuro.

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