domingo, 18 de mayo de 2008

EL ASESINO DE GANDHI

M. Fernanda G.M.


Hace sesenta años, un 30 de enero de 1948 y solamente unos meses después de la independencia de la India, un nacionalista hindú apuntaba su arma hacia la diminuta figura vestida de blanco que compartía sus rezos ante un grupo de seguidores. Tres disparos dirigidos al pecho con un revolver robado al ejército británico acabaron con su vida.

El asesino se llamaba Nathuram Godse y la víctima Mohandas Karamchad Gandhi, al que el gran poeta Rabindranath Tagore apodó “Mahatma”, es decir, “Alma Grande”.
Gandhi había nacido en 1869. El Mahatma creció en un país en el que la tradicional organización comunitaria, a pesar de los continuos ataques colonialistas, subsistía en forma de clanes, castas y sectas. A su muerte la India era libre y se encontraba en el camino de una modernización rápida y, para muchos, necesaria.

Pero para Gandhi el liberarse del yugo inglés no significaba nada si no iba ligado a un proceso de reflexión por parte de todos los componentes de la sociedad india. Antes que las reformas legales y administrativas se necesitaban cosas prácticas como ruecas de hilar, protección a las vacas o democracia en las aldeas; todo lo preciso, en fin, para alcanzar el autogobierno. Gandhi era partidario de las unidades políticas autónomas a muy pequeña escala.

Esta línea de pensamiento le apartaba de sus seguidores más occidentalizados, como el futuro presidente Nehru, y le mantuvo durante años volcado en el trabajo social con campesinos, mujeres y parias.

Su metodología política, que inspiraría a Martin Luther King y a Nelson Mandela, se basaba en ganarse el respeto del opresor y hacer de él un interlocutor válido, un compañero. Opinaba que la política contra los ingleses no podía ser una partida en la que para que uno gane el otro tenga que perder y esperaba una transformación de los colonialistas que les llevara al rechazo de la maldad del sistema, convirtiendo la compasión en su herramienta.

Nathuram Godse resultó ser uno de los muchos nacionalistas que, exasperados, defendían la acción violenta y desconfiaban del binomio política/moralidad. Su declaración ante el tribunal que le juzgaba, cargada de coherencia en sí misma, explicaba que había matado a Gandhi para limpiar la India de creencias supersticiosas del tipo “el poder del alma, la voz interior, el ayuno, la oración y la pureza”.

Llevado por un racionalismo a ultranza, pensaba que la no violencia del Mahatma solo conseguiría arrastrar el país a la ruina. Una vez eliminado Gandhi habría vía libre para una política basada en la razón, capaz de construir una nación práctica y preparada para defenderse gracias a sus fuerzas armadas.

Nathuram tenía 38 años cuando asesinó a Gandhi. A pesar de pertenecer a la altiva casta de los brahmanes no logró destacar ni en sus estudios ni en el plano social. Fue un hombre solitario que desempeñó los más variados oficios, desde marinero hasta editor de un periódico extremista hindú. En palabras de su hermano Gopal, un hombre olvidado que pasó 16 años en la cárcel como cómplice del crimen, se dirigió hacia la horca sin dejar mensaje alguno a su familia y sin permitir ser abrazado en el último encuentro.
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¿Qué llevó exactamente a Godse a matar a Gandhi? Probablemente una mezcla de odio, resentimiento y las convulsas circunstancias de los primeros tiempos de la independencia, que cristalizaron en la segregación de un Pakistán musulmán. El detonante pudo ser el anuncio del Mahatma de ayunar hasta la muerte si no se le otorgaban al nuevo país los 550 millones de rupias (unos 12 millones de euros) acordados. Bastaron tres días de ayuno y el Gobierno de Nehru pagó, para horror de los nacionalistas hindúes, convencidos de que Pakistán utilizaría el dinero para armarse y plantarles combate en Cachemira, una región en disputa desde el primer momento de la independencia.
Gandhi se convirtió en un traidor a sus ojos, tras apoyar la creación del estado de Pakistán. Para nada se tuvo en cuenta su oposición inicial a la partición de la India ni su lucha por las reformas sociales.

Nathuram Godse fue ahorcado el 15 de noviembre de 1949.

A pesar de no ser budista, Gandhi tenía muchas cosas en común con Siddharta Gautama, más conocido como el “Buda”, el “Iluminado”. Ambos eran indios de casta media que se hicieron famosos lejos de sus lugares de origen. Hombres públicos, dotados de un excepcional carisma, capaces de renunciar a las costumbres de sus antepasados, centrados en la conciencia y promoviendo el autocontrol en épocas de violencia, afirmando que la mente es el único lugar donde los hombres pueden tener el control absoluto de sus vidas.

También sus últimos días, impregnados de melancolía, tuvieron mucho en común. El Buda vivió muchos años, cerca de 80, en una fecha - el 500 antes de Cristo - en que lo normal era morir antes de los treinta. Se cuidaba; durmiendo la siesta, no cenando, bañándose en fuentes termales… aunque al final de su vida sufriría de fuertes dolores de espalda y descomposiciones de estómago. Acusó agudamente la enfermedad de su cuerpo, como lo muestran sus últimas palabras:

“Todas las cosas están sujetas a la decadencia… sed esforzados e infatigables”.

Gandhi comentó muchas veces que moriría asesinado. Pero continuaba luchando. Atormentado por sus fracasos iba de un pueblo a otro, a sus casi 80 años, buscando la reconciliación entre los indios, intentando acallar la violencia, implorando a los criminales que admitieran su culpa y a las víctimas que renunciaran a la venganza. Casi siempre era recibido con hostilidad; los aldeanos llegaron a esparcir excrementos humanos por los senderos a su paso, los musulmanes le escupían en la cara… su vida corría peligro; con los pies sangrando y la tensión alta, cada mañana madrugaba y se echaba a caminar por la misma región en la que había predicado el Buda 2.500 años antes. A menudo, cantaba la canción del poeta Tagore:

“Camina solo,
si no responden a tu llamada,
camina solo,
si tienen miedo y se encogen callados
abre tu mente y habla solo.”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta chica vale mucho...

Anónimo dijo...

Pero mucho, mucho. Su peso en oro...

Anónimo dijo...

Unos cuantos Gandhi es lo que haría falta en Valleseco para que los del psoe y pp dejaran de estar todo el día machacándose entre ellos y se puesieran a trabajar por el pueblo de una vez.