Porque mucho me temo que ellos seguirán asesinando, incluso en República
Ángel Escarpa Sanz
Si he de ser sincero, jamás pensé que, dieciocho años más tarde de aquellas “manis” en las que salíamos a las calles de nuestras ciudades para condenar determinadas actitudes del gobierno del PSOE, con algún que otro grito de ¡¡gora ETA militarrá!! incluido, tendría que escribir este artículo; sobre todo teniendo en cuenta cómo seguimos en el pasado la lucha de ese pueblo, particularmente desde el famoso Proceso de Burgos, en aquel año 1969, con qué avidez devorábamos el libro de Kepa Salaberri en Ruedo Ibérico y con cuanta emoción escuchábamos el poema de R. Alberti dedicado a aquellos seis miembros de la organización, que fueron condenados a muerte por el franquismo, para ser posteriormente conmutada la pena debido a la presión internacional.
Porque, seamos honestos, ¿quién diciéndose de izquierdas no siente o sintió alguna vez como propia y justa aquella lucha del pueblo vasco, como un pueblo más de ésta realidad histórica en la que nacimos y llamada España?
Leo periódicamente estas líneas, en las que tanta gente con deseos de transformar este mundo de depredadores que hemos heredado colabora, y tras los últimos asesinatos de ETA espero inútilmente que alguien se posicione al respecto con un artículo inteligente que me oriente con respecto a esas salvajadas. Porque ya no se puede recurrir siquiera al término ejecución, como en el pasado: cuando liquidaron al torturador Melitón Manzanas, o cuando elevaron a la gloria de Dios Padre al Almirante; ahora es preciso hablar de asesinatos. Y no se me diga que aquel era un tipo del PP o que el otro era del PSOE, porque, para mí, tan execrable es una muerte como otra. Porque ¿con que autoridad moral podemos exigir a los franquistas que condenen su tenebroso pasado si nosotros aprobamos con nuestro silencio cómplice los crímenes de esta banda de asesinos?
Quizás yo no sea más que un pobre iluso que creyó siempre en los viejos principios de 1789 : IGUALDAD, FRATERNIDAD Y LEGALIDAD; quizás en estos años me quedé en un mal lector, en un pobre admirador de D. Antonio Machado y de León Felipe, aquel poeta zamorano que un día ya lejano en el tiempo declaró:
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos...
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
y que el miedo del hombre... inventó todos los cuentos...
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Mucho han sufrido en el pasado estos pueblos que en el devenir histórico fueron reunidos bajo la presente realidad, por la fuerza o por las costumbres; bajo el nombre genérico de España. Pero si como pueblo hemos sufrido todas las miserias y todas las guerras que las distintas dinastías nos tenían destinadas para conseguir cumplir sus sueños imperiales, tanto Iglesia como Monarquía, ser obrero se convirtió en la mayor maldición que pueda pesar sobre un individuo, pues, además de la pobreza, pasaron lustros, siglos, antes de que éste pudiera organizarse en un sindicato o en un partido para defender sus derechos.
El siglo XX se prodigó en acontecimientos protagonizados por esa clase trabajadora que dio muestras de querer protagonizar la Historia, en lugar de sufrirla. El franquismo puso fin al sueño republicano en 1939, y un largo paréntesis de casi 40 años pobló nuestra geografía de cárceles, campos de concentración, comisarías donde se torturaba sin cuento al hombre, colegios donde se educaba a los niños en la sumisión y la oración, campos de labor donde se pudrían las nobles calaveras, con un orificio en el lugar donde germinaban las ideas de Marx y de Espartaco, campos de fútbol y tabernas donde se gritaba y se sumergían en el vino del olvido los que se salvaron de la terrible cacería, los que defendieron las puertas de Madrid aquel noviembre de 1936 hasta marzo de 1939, los que oyeron declamar en pleno campo de batalla a Miguel Hernández sus versos apasionados...alrededor de 500.000 personas, muertas de forma violenta como consecuencia de la rebelión vaticanofascista, no serían convocadas definitivamente aquel 6 de diciembre de 1978 para sancionar una Constitución que, si bien muchos boicoteamos porque se ignoraba nuestro sueño republicano, (traicionado por nuestros propios lideres) habría un diálogo entre las distintas realidades que se daban en las tierras de Cervantes y Galdós.
Con la muerte del Dictador y el regreso de las libertades también regresaron las canciones: las del pueblo trabajador que sufría en el vientre de la tierra, las de trilla, las de la resistencia en el monte y en las ciudades en la larga noche cercada por el miedo y el silencio. Así hasta que fueron borrándose de las ciudades las huellas de la represión, las heridas de la lejana guerra en las piedras, los orificios de las balas en los paredones de fusilamiento de los dos bandos.
Tras aquellos días de ilusión de los años 70-80, (también de lutos y de carreras callejeras) el personal, desencantado, regresó de nuevo a la realidad de las hipotecas, de los contratos basura, a la realidad del trabajo embrutecedor y alienante, del bostezo ante la realidad política impuesta por esa inmensa mayoría cuyos sueños no trascienden las cuatro paredes de cualquier centro comercial, al rigor y la esterilidad de los días oscuros, de nuevo la realidad de las drogas instaladas en la vida de aquella juventud que ya no devoraba los libros de Marta Hernecker, el Presidente Mao o los laboriosos análisis de Ernest Mándel; precipitados todos en un mundo de frustración al comprobar que la Historia ya no la hacía el pueblo, sino los tecnócratas, los políticos de nuevo cuño que vendían nuestros sueños al Moloch de Wall Street y su brazo armado, la OTAN.
Atrás iban quedando ya las reuniones de la Célula, la inocencia heredada de los combates en la sierra, bajo las banderas de la utopía, antes de entregar las armas al enemigo tras tan prolongada batalla.
Si hay algo verdaderamente triste en toda esta historia es comprobar que, cualquiera de los que ayer salíamos a la calle para reivindicar las libertades, entre otras que la bandera de los <
> e Izco de la Iglesia.
Entiendo aquello de la cultura, de la lengua... pero jamás entenderé que todo eso pueda ser utilizado para armar las pistolas que asesinan a otro trabajador, sea éste de la nacionalidad que sea, sea de la ideología que sea.
Que 180.000 moscas se apiñen alrededor de una mierda no es razón para que los ciudadanos libres y consecuentes de este país decidan cambiar de dieta.
Ya es hora de que desenmascaremos a quienes suplantan con las pistolas todas aquellas teorías que en el pasado fueron las esperanzas de la clase obrera, de republicanos de buena fe, de los Max Aub, los Castelao, tanto y tanto León Felipe y tanto hombre de paz que murió en el exilio después de perder aquella inútil y estéril guerra.
Es verdaderamente cruel comprobar, cómo los versos de un poeta como Miguel Hernández pueden volverse como dedos acusadores contra los mismos hijos de la Euskadi para la que él cantara hace setenta años:
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Cómo las palabras del poeta Blas de Otero, nacido en Bilbao, llegan hoy hasta nuestros oídos para advertirnos:
Me llamarán, nos llamarán a todos;
Tú, y tu y yo.
Nos tornaremos en torno de cristal ante la muerte,
y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti , por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
(Aquí no se salva ni dios. Lo asesinaron.)
Escrito está..Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquel que: dice:
abel, abel, abel...o yo, tú, él...
Cómo las palabras de Unamuno, en 1936, cobran actualidad en estos días de miseria política y de barbarie, cuando fueron dirigidas en la Universidad de Salamanca al General Millán Astray y a todos aquellos que, para “salvar” España, en aquellas tan tristes horas para la Republica, hacían correr, generosa, la sangre de los pobres por campos y ciudades, y que terminaban en un lacónico:
Solo les pido que piensen en España.
orque, callar por más tiempo, no solo es un ejercicio de cobardía y de irresponsabilidad política, que no servirá más que para socavar y desintegrar un poco más esa izquierda que cada vez tiene menos base social, si no que contribuirá cada vez más a abrir una inmensa zanja entre los “libertadores” y los que les apoyan con su silencio cómplice, y aquella inmensa mayoría del país que, lo que realmente le preocupa es cómo acceder a un piso, cómo llegar a fin de mes, cómo conseguir un trabajo, cómo escapar unas horas o unos días al año de ese inmenso cepo en que han convertido nuestras ciudades, cómo salvar su pequeña librería del depredador centro comercial que le pusieron al lado, esos numerosos ejecitos de inmigrantes y de gentes anónimas que a diario se agolpan como ganado somnoliento en <> y autobuses camino de sus trabajos, sin entender muy bien qué se traen entre manos los que hoy matan en medio de la calle, delante de sus hijos de corta edad, a un oficial del ejército, mañana a un tipo que solo pasaba por allí, y otro día a un pobre diablo que simplemente dormía junto al lugar de la explosión.
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Cómo las palabras del poeta Blas de Otero, nacido en Bilbao, llegan hoy hasta nuestros oídos para advertirnos:
Me llamarán, nos llamarán a todos;
Tú, y tu y yo.
Nos tornaremos en torno de cristal ante la muerte,
y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti , por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
(Aquí no se salva ni dios. Lo asesinaron.)
Escrito está..Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquel que: dice:
abel, abel, abel...o yo, tú, él...
Cómo las palabras de Unamuno, en 1936, cobran actualidad en estos días de miseria política y de barbarie, cuando fueron dirigidas en la Universidad de Salamanca al General Millán Astray y a todos aquellos que, para “salvar” España, en aquellas tan tristes horas para la Republica, hacían correr, generosa, la sangre de los pobres por campos y ciudades, y que terminaban en un lacónico:
Solo les pido que piensen en España.
orque, callar por más tiempo, no solo es un ejercicio de cobardía y de irresponsabilidad política, que no servirá más que para socavar y desintegrar un poco más esa izquierda que cada vez tiene menos base social, si no que contribuirá cada vez más a abrir una inmensa zanja entre los “libertadores” y los que les apoyan con su silencio cómplice, y aquella inmensa mayoría del país que, lo que realmente le preocupa es cómo acceder a un piso, cómo llegar a fin de mes, cómo conseguir un trabajo, cómo escapar unas horas o unos días al año de ese inmenso cepo en que han convertido nuestras ciudades, cómo salvar su pequeña librería del depredador centro comercial que le pusieron al lado, esos numerosos ejecitos de inmigrantes y de gentes anónimas que a diario se agolpan como ganado somnoliento en <
Nos encontramos en la encrucijada de ver, por un lado, a un PSOE que capitaliza en las urnas todas aquellas luchas del pasado, en las que, para más INRI, estuvo ausente; por otro lado, un poderoso PP que no ha renunciado, ni renunciará, a su pasado franquista. La izquierda real no acaba de encontrar “su lugar en el mundo” dejando sin espacio político a varios millones de ciudadanos que, a estas alturas, o bien no vota, o bien, y aunque sea con la nariz tapada, vota PSOE por aquello de pararles las patas a Rajoy y sus chicos.
Exigir a los líderes de la izquierda real el acercamiento y propiciar la unidad de la genuina izquierda bajo el paraguas de un proyecto realmente de izquierdas y republicano que entusiasme y comprometa de nuevo a todos, ese debe ser el reto. Y ahí si que vamos a estar como una piña, por el internacionalismo proletario, por la unidad de la clase trabajadora, por el socialismo, por un mundo sin rejas, muros ni fronteras.
¡¡Viva la República!!
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